Si sentimos emoción al aprender, comunicar en otro idioma no es un problema, sino toda una experiencia que suma.
La vida de los niños genera alegría, por lo que rechazan de forma natural el sentimiento de tristeza; para ellos este sentimiento es una honda preocupación. Tanto es así, que siempre buscan ese estado alegre y aparentemente despreocupado para ir entendiendo lo que viven de la forma más feliz posible. Postura admirable e inteligente. Me la pido.
Este sentimiento hizo que una clase de educación primaria en la que trabajábamos el valor de la convivencia se convirtiera además en una clase de inglés. Los alumnos expusieron sus ideas y decidieron estructurar el conocimiento generado en unos cuantos consejos en inglés, y aportaron posibles soluciones para lo que ellos consideran un grave problema: la tristeza. ¿Y quién no la ve como un gran inconveniente para continuar? Tipos listos.
Sentir es un principio del conocimiento, los sentimientos de cada cual contienen una historia y de su gestión derivan aprendizajes muy valiosos. Lo que los niños sienten funciona como un pez guía para ir comprendiendo el mundo y sus circunstancias. Precisamente son sus sentimientos los que les permiten generar ideas y posibilidades, aquellas que podemos aprovechar para extender sus aprendizajes (en este caso aprender inglés) adentrándonos en su mundo y en su forma de pensar. Recurso prioritario, estructural e inestimable.
Es sorprendente cómo los niños en la escuela trasladan y aplican lo que conocen para seguir conociendo. Ahora bien, siempre están felizmente motivados para seguir aprendiendo cuando sienten que sus necesidades, intervenciones, preguntas, pensamientos y actividades tienen para ellos un claro sentido, utilicen el idioma que utilicen.
Me sumo a practicar este breve decálogo de buenas costumbres en inglés para alejar la tristeza, pues merece la pena recordar una de las máximas de Santo Tomás de Aquino:
«La historia de la inteligencia es la historia de la búsqueda de la felicidad»