Las cosas importantes nacen de aquello a lo que otorgamos un gran valor. Todas suelen tener un denominador común, mínimo o máximo según las circunstancias. Éste no es otro que procurar un enorme bienestar, que se transmite y se comparte a partes iguales con la iluminada y repentina fuerza de un meteorito. Pensemos en todo lo que influye desinteresadamente para mejorar lo que vivimos: una sonrisa, un abrazo, una mirada, un paisaje, …un sinfín de dulces vaivenes que acarician nuestras estampas diarias sin arañar superficies. Lo que cuenta, lo que aporta.