Ir descubriendo cómo se revelan nuestros sentimientos, cómo se comportan y cómo se comparten es el único marketing que puede satisfacerlos.
Estamos habituados a escuchar que somos lo que sentimos. Sin embargo, tenemos por costumbre someter al denominado amor a campañas de revelación exterior para que forme parte de modelos de conquistas estándar y alcance así un buen posicionamiento en ellas. Olvidamos con frecuencia aprender a ser buena compañía con uno mismo, a respetar sentimientos ajenos que no logramos comprender, y son precisamente estas dos condiciones las indispensables para prosperar nuestra vida de relaciones y afectos, para encontrar todo lo que a simple vista no se ve.